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Peor que albañil

​El glamour conferido como algo intrínseco a la profesión de arquitecto o de diseñador, usualmente esta sobreestimado. En ocasiones, opaca la mayor parte del trabajo arduo que es requerido durante la conceptualización y realización de un proyecto. La vida cotidiana de un gran diseñador no transcurre solo entre suntuosos eventos y objetos exclusivos. La realidad dista mucho de esta generalizada concepción. Si bien es cierto que somos una profesión querida dentro nuestra sociedad y que con ello vienen como consecuencia los eventos sociales; también es cierto que somos una profesión que requiere involucrarse en el campo, con nuestras propias manos, para aprender a desarrollarla de mejor manera.Por ejemplo, desde mi perspectiva, el hecho de que Andrea Palladio haya cambiado la arquitectura para siempre es en parte consecuencia de su humilde origen. Hijo de un molinero, desde pequeño se vio forzado al trabajo arduo de la construcción. Inicialmente como cantero en un taller de escultura y más tarde, a la edad de 16 años, como albañil. Su inusualmente temprana experiencia profesional dotó de una sensibilidad única a Palladio en el uso de los materiales y sus procesos constructivos. Una muestra de ello son la mayoría de las edificaciones concebidas por Andrea, las cuales no dependían de materiales costosos, por el contrario, la mayoría eran a base de tabique y estuco. Materiales con los que él habría labrado su talento mediante el profundo conocimiento de los mismos.

Algunos dirán que esto no puede ser válido en la actualidad, ya que una gran parte de la actividad arquitectónica y de diseño está más relacionada con algoritmos informáticos, que con el trabajo en el campo. Sin embargo, con esto no puedo estar más en desacuerdo. Renzo Piano, en su discurso de agradecimiento por el premio Pritzker, pronunciado en la casa blanca en Junio de 1998, hizo referencia a su infancia, “Nací en el seno de una familia de albañiles y ello hizo que surgiera en mí una relación especial con el arte de hacer”. Al igual que Palladio, desde temprana edad, Renzo fue instruido en el mundo de la construcción, principalmente experimentando con estructuras ligeras. El conocimiento de los materiales, de su comportamiento, y de su técnica constructiva ha sido fundamental para forjar a un Piano que hace gala de una gran sensibilidad por los materiales.

Debo reconocer que la experiencia en sitio no es obligatoria para generar a un mejor arquitecto o diseñador, pero es tremendamente enriquecedora cuando esta ocurre. Si se piensa con detenimiento, el proceso de aprendizaje sobre nuestro entorno no ha cambiado tanto a través de los años, y en consecuencia, tampoco ha cambiado la manera en que se aprenden las bases de la conceptualización arquitectónica. La facultad de arquitectura contribuye a resumir y transmitir una versión de ese conocimiento mediante el estudio de la historia, y la composición tectónica. Sin embargo, a menudo falla al transmitir mediante la experimentación los principios más fundamentales de la edificación, y olvida que la teoría y la práctica se alimentan mutuamente.

El trabajo manual ha sido lamentablemente subestimado en nuestra profesión y transferido en su totalidad a clases sociales menos favorecidas. Vaya, estamos pagando para que otros se ensucien las manos. Observo con suma tristeza a arquitectos egresados de las grandes universidades de este país que no tienen ni idea de cómo sostener un rotomartillo, y muestran dificultades para usar hábilmente un flexometro. ¿Acaso los catedráticos están haciendo correctamente su trabajo? El hecho de argumentar que este no es tema de aula sino de vida quizá sea válido. Sin embargo, considero que la carrera de arquitectura debe comenzar por enseñar a sus alumnos a colgar un cuadro en un muro de tablaroca. Entonces entenderían.

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